Ando buscando algo
diferente, motivador. Algo amable, con un toque femenino y de consciencia que
se aleje de lo establecido por la costumbre que, a mi entender, es
masculina. Hace ya un tiempo que me muevo en esta línea. Sé exactamente lo
que es, lo que necesito, y mi pretensión es tan grande, tan ambiciosa, que quiere
abarcar a todas las mujeres para devolverlas a ese espacio de bondad en su
manera de comportarse que el exceso de control masculino ha suprimido.
Todos
los días veo a mujeres rotas aferrarse una y otra vez a un hombre que las
abandona o que las deja languidecer porque se siente ahogado y frustrado al no
hallar jamás esa parte femenina que tanto necesitan. Son mujeres que presienten
que el cambio hacia una manera de vivir más amorosa está dentro de ellas pero
están tan desgastadas y tan hechas a fijarse en lo que hay fuera que se han
perdido en el camino. Y lo que es peor, se sienten cómodas con su dolor e
incluso cualquier intento por sacarlas de donde están se considera una
invasión. Lo sería, evidentemente, si el intento no hubiera sido precedido por
un grito de súplica. A veces explícito. Otras, ahogado. Y así pasan los años y
no son capaces de transmitir a sus hijas e hijos eso que vibra en su interior y
que permanece pese a los intentos de ocultarlo. Más bien al contrario, se
dedican a inculcarles que no hay manera de escapar de la rutina estéril que
anula a las personas.
Es cosa de mujeres
recuperar la capacidad de devolver la magia y la ilusión a sus vidas. Y con
ello, de rebote, al mundo. Es su trabajo detectar la manipulación y no
transigir a ella por una falsa creencia de estar incompletas. Somos seres
completos. Mujeres y hombres. Por supuesto. Nacemos con la alegría de ser y
mantenerla a lo largo de nuestros días, de nuestro paso por la Tierra es,
básicamente, la misión que tenemos. La vocación común a la Humanidad. Da igual
cómo se exprese la vida, cómo sean las circunstancias. Nunca nadie puede
arrebatarnos ese espacio propio que es lo único real que tenemos y que nos
pertenece por derecho.
Hemos asistido impasibles
a miles de siglos de supremacía férrea masculina en un intento falso de la
mente por permanacer cuando sabe que es efímera. Hemos vivido en el ostracismo
espiritual, relegando a un segundo plano la consciencia que nos conecta con el
corazón y el sentido real de eternidad. Hemos marginado cualquier iniciativa de
la mujer sabia por vivir de acorde a las leyes de la naturaleza, por expresar
su feminidad y su sexualidad como algo divino. Por intentar fluir con los
ritmos de la vida que no sabe de prejuicios y que no entiende de estancamientos. Q
se mueve libre a pesar del afán por detenerla.
El resultado es un mundo
enrarecido, con mujeres que viven de cuello para arriba, en su cabeza loca,
pertrechadas en la comodidad incómoda del hábito y que han perdido su capacidad
de amar y conectar con su sabiduría. Con el Cosmos que se refleja en todo su
cuerpo. En su Ser. Mujeres castradas e inseguras que ven a otras mujeres como
rivales, que no son capaces de disfrutar de su sexualidad aunque se jactan de
ser multiorgásmicas a la manera masculina, esto es, “aquí te pillo, aquí te
mato”. Mujeres que padecen verdaderas torturas al parir con secuelas graves en
su intimidad y que ven crecer a sus retoños sin conseguir maravillarse por
ello. Mujeres que prefieren hacer horas extras o acortar su baja por
maternidad a estar con sus hijos, a los que dejan durante horas en las
guarderías sin ser conscientes de la necesidad de mamá que tienen, y que cuando acaban su jornada agotadora de trabajo hacen deportes
que no respetan su especificidad porque les dicen que es sano y relajante. Todo
el día haciendo otras cosas para distraer su mente de tanta frustración y
perpetuando el modus operandi que las oprime. Lo que sea para acallar ese grito
que nace en el corazón y que recorre sus entrañas. Ese grito que dice “basta.
Esto no es mío y no es lo que quiero”. En definitiva, mujeres a las que les
explican que para liberarse deben comportarse como los hombres. ¡Qué gran
mentira! ¡Cuánta falacia!
Es hora de tomar el
relevo. De pasar de lo mental al corazón. De lo masculino a lo femenino. Es
hora de ser valientes. Es hora de ser lo que somos, mujeres, y de coger las
riendas, para construir un mundo de armonía donde se respete nuestra
sensibilidad exquisita y nuestra conexión amorosa con el todo. Es hora de despertar
la consciencia que destruye la fuerza de las malas costumbres para crear un
mundo nuevo donde todas y todos vivamos en paz y sin ser sometidos por los que
dictan las normas para perpetuar la separación de los individuos.
Bravo, bravo, bravo.
ResponderEliminarDespertemos la comsciencia.